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Roberto Kolter

La cosa comenzó en el cole en Guatemala, en secundaria, circa 1965. Al profe de deportes no le caíamos bien porque nos iba bien en mate y ciencias. El castigo: no podíamos jugar futbol, éramos calienta-bancas de tiempo completo. ¿Pero qué iba hacer yo? Me gustaba todo lo que tenía que ver con números, lógica, y en particular la cuestión del ADN y los genes. Me quedé sin futbol. De chiripa llegó un nuevo profe de deportes, sin estatus. Nos asignaron a él, nosotros los inútiles. ¿Qué hizo el profe? Nos puso a correr fondo, de pronto para no tener que vernos. Pero a mi me encantó salir largas horas, solitario. La bici, esa era para ir a todos lados. Y con un lago cerca de la casa, jugar en el agua era natural. Allí estaban en semilla las tres disciplinas. Pero los triatlones realmente organizados... a esos les faltaba más de una década para hacerse realidad.

 

Me fui al exilio universitario a los dieciocho (1971) en "gringolandia", a estudiar biología molecular, el ADN y los genes. Y así le agarré gran amor al mundo de las bacterias. Además, finalmente pude jugar futbol, y softbol, y volley, y basquet y pa que te cuento... ¡En la U no importaba que a uno le gustara la ciencia, uno también podía hacer deportes!

 

Durante la licenciatura me aburrí de los inviernos fríos de Pennsylvania y en 1975 emigré al paraíso del clima de San Diego, California para el doctorado. Seguí con mis bacterias y sus genes, seguí con el volley y el softbol, pero retomé lo de trotar largas distancias. Fue entonces cuando conocí un bartender que entrenaba pa una locura: 3900 metros aguas abiertas, 180 kilómetros en bici y los 42k de la maratón. Disque iban a ver quien lo lograba en Hawaii, como que le iban a decir al ganador el "Ironman." Locos. Me fui pa Stanford University a estudios pos-doctorales, seguí con el softball. Pero también dale a la bici con salidas bien largas, y de vuelta a trotar largo, y a nadar cuando fuera posible. Y me quedé a vivir en USA.

 

Al comienzo de los 80s me dieron puesto de profesor en "Harvard Medical School", una escuela de medicina en Boston. De vuelta a los fríos de invierno. Ya no eran fáciles los deportes de equipo con tanto trabajo. Pero en la bici al trabajo y trotar fondo para no volverme loco. Y un amigo me dice, circa 1983, "Metámonos a una de esas nuevas competencias que se están poniendo de moda, las que llaman triatlón..." Me fascinó. Hice unos cuantos, de vez en cuando, siempre la maravilla. Pero le apunté a los 42 kilómetros. ¡Boston, claro! ¿Qué mejor maratón? Y si, entrené. Y califiqué. Y hasta lo corrí. Pero al fin el entreno de solo trotar me desgastó. La solución: triatlón. La delicia total.

 

Y así pasaron un par de décadas y terminó el siglo. Hacia fin de siglo, me enamoré de una colombiana, nos casamos y por casi veinte años íbamos y veníamos entre Boston y Bogotá. Y cuando juntos, siempre nadando, y en las bicis y trotando. En Boston, triatlones durante los meses de verano. ¡Y en Colombia: San Andrés! Organización: fatal. La experiencia del deporte: inolvidable. Y así, juntos, hemos vivido nuestras vidas. Unidos por la ciencia. ¡Si! María Mercedes también es científica. Y unidos por el deporte. El deporte nos ha acompañado en los buenos tiempos y nos ha sacado de momentos muy duros. Cuando ella tuvo un cáncer hace seis años, después de la quimio, la meta fue San Andrés. Juntos ganamos contra el cáncer. Y juntos seguimos activos, felices. Ahora ya en Colombia (casi) full time. Y luego llegó Xportiva y trasformó la organización de esos eventos acá. Entonces, ahora, como decimos los gringos: "I'm in Heaven!"

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